jueves, 11 de septiembre de 2008

Prisión cotidiana - Cuento de María Luz Piriz






Su cara mostraba las señales de tantos hombres que no podía recordar.
Desde el espejo la miraban unos ojos vacíos. Conocida por todos, se desconocía.
Con un lápiz negro delineó sus ojos para poner una barrera al llanto.
Pintó los labios rojo fuego y esbozó una sonrisa de hielo.
Se miró, sumergiéndose en la nada.
El frasco de perfume disparó una lluvia de chispas líquidas en el cuello, en el escote, en el ángulo interno de cada antebrazo.
Dejó que la blusa transparente flotara sobre los hombros.
Acarició sus piernas con las medias negras hasta hacerlas llegar justo arriba de las rodillas.
Un reloj con catarro le avisó que era hora de salir. Acompañó su ritmo con los tacos, de camino a la puerta.
Dejó la libertad de su casa para entrar en el calabozo de la calle.



Del Libro: "Saltando la soga". Editado en Agosto de 2008

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