jueves, 4 de febrero de 2010

2010 - I




I

A lo lejos
el silbido del afilador
abre la ventana de mi barrio de Lanús.
Me veo

diminuta

corriendo tras su bicicleta
curiosa del oficio
y de su mansedumbre para ejercerlo.

Algunas amas de casa salen
frotando las manos de su delantal
y le pagan con unas monedas
el favor del trabajo culminado.
Cuchillos y tijeras relucen en un borde.
En el fondo de mis pensamientos
hay escozor
un frío me recorre íntegra
especialmente
al fijar la mirada
en la habilidad de sus movimientos.

Es una cuestión propia.

Se va silbando
el afilador sin nombre
lo miro hasta que se pierde
nadie sabe cuándo volverá.


Silvia Castellón



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